La compra de vehículos al contado ha perdido el favor de las nuevas generaciones, más interesadas en fórmulas como el leasing o la multiopción. Un vistazo a sus beneficios explica esta preferencia. Adquirir turismos, furgonetas o autocaravanas de ocasión con financiación permite minimizar riesgos y conservar el patrimonio personal.
Para el consumidor medio, ahorrar es un desafío debido a la inflación, los altos impuestos y la pérdida de poder adquisitivo. En inversiones tan cuantiosas como la vivienda o el coche privado, el pago al contado puede comprometer la economía familiar, además de exigir un sacrificio mayor que el requerido cuando se financia esta compra por el banco o el concesionario.
En cualquier modalidad, la financiación de vehículos es la solución más cómoda y flexible. Al cliente no se le impone una entrada y cuota determinadas, sino que interviene en su fijación. También decide el número de plazos que mejor se adaptan a sus necesidades. La cuantía de estas mensualidades permanece inalterable, además.
Financiar el coche a través del fabricante o la entidad bancaria facilita el acceso a las marcas y modelos punteros del mercado. Esto presenta beneficios inmediatos, como el disfrute de mejores prestaciones o el menor gasto de combustible. A largo plazo implica lidiar con menos averías y reparaciones, pues las últimas unidades ofrecen un plus de fiabilidad, en teoría.
No obstante, renunciar a costear el valor del coche de una vez tiene sus inconvenientes. En esta operación se tiende a pagar más debido a los intereses, por lo que pierde sentido para el cliente con medios económicos suficientes para pagarlo al contado.
Además de afrontar unos intereses que rondan el diez por ciento, el usuario se compromete a abonar una serie de mensualidades al año, ajustadas conforme a sus posibilidades actuales y no a las futuras, cuando la pérdida del empleo y otros reveses pueden afectarle. En caso de financiarlo vía concesionario, asimismo, el titular no podrá vender su coche hasta abonar la última cuota.