La acidez y el gusto afrutado son las señas de identidad del vino albariño selección rías baixas, que también sobresale por la versatilidad de su maridaje. Pocas variedades de uva blanca casan tan bien con tantos alimentos y preparados culinarios como la albariño.
Por un lado, este vino originario de Galicia realza el sabor de la lubina, el besugo, el rodaballo, la sardina, la caballa y otros pescados. En concreto, resulta especialmente apropiado con el bacalao al pilpil y el pulpo a feira, dos ‘gigantes’ de la gastronomía atlántica. De igual forma, los mariscos también se gustan acompañados de una copa de albariño.
Respecto a las carnes, esta uva blanca armoniza con el pollo, el conejo, el cochinillo o la perdiz. Una botella de albariño será bien recibida con recetas como el lacón con grelos, el cocido o la ternera gallega.
Al igual que otros blancos, el vino albariño marida a la perfección con entrantes de queso. Ya sea con los cremosos (camembert, por ejemplo) o los típicos de Galicia (do Cebreiro, de tetilla, etcétera), esta uva aporta matices interesantes que no decepcionan a los más gourmets.
Además, los arroces ven realzado su sabor gracias al albariño. En particular, puede agregarse a arroces de pescado o risottos. Por su parte, en tapas y pinchos, esta bebida no ha de despreciarse en combinación con el jamón ibérico y otros encurtidos.
En los últimos años la uva albariño ha ganado enteros como acompañante de la gastronomía japonesa, tailandesa y asiática en general. Y es que este vino hace buena pareja con el tataki, el sashimi o el sushi. Aunque pueda sorprender, las delicias picantes de Latinoamérica se disfrutan más y mejor con una copa de albariño. La razón es su capacidad para suavizar la intensidad del picante de las enchiladas, los chapulines y otras recetas a base de chile.